«Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras», reza un adagio. ¿Es consciente del efecto profundo que tienen sus palabras en su interlocutor? Y cuando usted es el oyente, ¿lee sus propias emociones? El 80% se refiere al contenido de la acción; el 20%, a la toma de conciencia sobre cómo la gestionamos y sobre lo que provocamos en otros o en nosotros.
El hábito de autoobservarnos, de identificar nuestras emociones, de interpretar cómo hacemos sentir a los demás con nuestros gestos, palabras y decisiones es útil en diversos contextos.
Solución de conflictos. Por difícil e ineludible que sea un conflicto, estamos a una conversación de distancia de empezar a resolverlo, y cada palabra cuenta. Comprender el estado emocional mutuo ayuda a sopesar las palabras y el tono para formular los argumentos con prudencia (20%).
Dirección de reuniones. Cuantos más participantes sean, más destreza se requiere para entender sus intereses y sus alianzas: las visibles y las ocultas. Además del tema en discusión (80%), es crucial detectar esas interacciones y estudiar con sabiduría el papel que jugamos en estas (20%).
Liderazgo. Si usted dirige equipos, sus miembros estarán atentos a sus decisiones, al modelaje de sus valores, de sus reacciones y hasta de su forma de saludar. Sin perder la franqueza que tanto se valora, no está de más evaluar el grado de «conexión» que posee con cada colaborador.
Negativismo externo. No hay que ceder el control remoto del bienestar propio a las «voces» ajenas. Para evitarlo, los límites han de ganarle el pulso a la tentación de entregarlo (20%). Tomar conciencia de ello inclinará la balanza a favor de la firme decisión de escuchar la voz interior.
Decisiones. Afectar la carrera, el prestigio y la vida de terceros es un acto injusto, irresponsable, insensato. Al tomar decisiones, es vital evaluar si los sesgos íntimos pesan más que los valores corporativos, si prima la imparcialidad o si un arrebato emocional pudiera estar opacándola.
Balance de vida. La realización profesional, la búsqueda de ingresos crecientes y el trabajo fructífero son aspiraciones legítimas (80%). No obstante, es sano enfocar la mirada en las proporciones: que la dedicación desmedida no afecte la salud familiar, física, emocional (20%).
Reflexión. Regalarse momentos de soledad es un buen hábito para revisar lo que se ha estado haciendo y cómo, valorar lo que se ha logrado y a qué costo, considerar con quiénes conectamos y si les agregamos valor. Estas autoevaluaciones ordenan las prioridades y recargan las energías.
Pandemia. La crisis sanitaria, desatada en el 2020, ha demostrado que todos somos vulnerables. Si bien predomina la tendencia a continuar con las actividades laborales y personales (80%), se asume una nueva actitud, una solidaria y vigilante de los protocolos de convivencia (20%).
La autogestión consciente no es fácil, pero si desarrollamos más el hábito, simbólicamente denominado «80/20», ejerceremos una influencia más edificante en los demás y en nosotros.