«Es una regla en la amistad que cuando la desconfianza entra por la puerta, el afecto sale por la ventana», advierte Jacob Howell. El límite entre las relaciones laborales y de amistad es fino, casi nunca es una frontera claramente definida. Hay niveles elevados de «amistad» que permean las decisiones, expectativas y exigencias mutuas en tiempos de adversidad. Veamos algunos matices.
Entre compañeros de trabajo —o unidos por un proyecto— surge cierto grado de empatía, afecto y cordialidad. Las relaciones así desembocan en el trato virtuoso, digno, sincero, diáfano. Son el terreno fértil para sostener —cara a cara y sin tapujos— incluso las «conversaciones incómodas».
¿Cómo poner a prueba a quien dice ser su amigo en la empresa? Pídale intervenir en algún dilema ético, que implica defender lo justo sin ser neutral. En asuntos «levantaolas», que no nutren ni el ego ni el orgullo y ponen en riesgo la popularidad, solo los auténticos amigos dicen: «¡Presente!».
Los compañeros son impuestos, los amigos se escogen. Guarde una prudente distancia de los que sean capaces de abandonarlo a usted o a sus colegas en las situaciones de riesgo o vulnerabilidad; aléjese de los que tengan una agenda vacía de valores. Acéptelo: son incompatibles con usted.
El aroma de la amistad es inconfundible. Emana recíproco respeto, empatía, solidaridad… Los compañeros-amigos inspiran a mejorar, a crecer, a avanzar. Celebran el éxito ajeno, brindan el consejo solicitado, desnudan los errores y cuidan la reputación. En un equipo de alto desempeño, se caracterizan por la dedicación, la voluntad y el compromiso con que asumen el objetivo común.
Cuando un equipo alcanza cierto nivel de amistad, las conversaciones son más asertivas: se converge a pesar de las divergencias. «La rapidez surge cuando las personas tienen una verdadera confianza mutua», reconoce Edward Marshall. En los ambientes laborales burocráticos —donde imperan el control y la cultura del miedo al error—, no caben ni la cordialidad ni la colaboración.
El binomio amistad y confianza es potente. Maximiza la lealtad y la determinación, tanto para innovar como para concretar planes y conseguir metas. El vínculo jefe-colaborador es más fluido si la «jerarquía» es secundaria: los valores son el sustrato del cumplimiento de roles y acuerdos.
Claro, como en todo, hay límites. Siempre se correrá el riesgo de confundir la amistad con un amiguismo que tolera los incumplimientos y abusos, disimula las discrepancias y esconde la sinceridad a la hora de retroalimentar las evaluaciones. Si eso llegara a suceder, más que romper, lo que conviene es desatar los lazos de la amistad, recomendaba Catón, político y militar romano.
Las relaciones sólidas hunden su raíz en la confianza. El análisis de situaciones complejas, la búsqueda de soluciones concertadas y la seguridad en la palabra empeñada son el resultado de conversaciones sencillas y concretas entre quienes viven la cordialidad al margen de sus puestos.
«En el momento en que existen sospechas sobre las motivaciones de una persona, todo lo que hace queda contaminado», señala Gandhi. Ser un amigo confiable es clave, y usted lo es, ¿cierto?