La productividad aumenta entre 20% y un 43%, las ventas se incrementan cerca del 37%. Las renuncias se reducen en un 60%, los errores en productos y servicios bajan un 40%. Es un hecho: la inversión en felicidad y bienestar laboral es «rentable», así lo evidencian los estudios de revistas como Forbes y de universidades como Oxford, Harvard y Warwick.
En un entorno empresarial altamente competitivo, la innovación es fundamental para atraer clientes y garantizar la sostenibilidad. Pero es difícil que alguien tenso o descontento aporte nuevas ideas. Los colaboradores felices son un 80% más propensos a generar soluciones.
Cautivar y retener el mejor talento es el desafío de las organizaciones. El bienestar en ellas reduce el ausentismo en un 40%; la rotación, en un 55%. Las estadísticas sustentan el valor de cuidar a la gente, o sea, de consolidar un ambiente propicio para la realización individual.
Entonces, ¿cómo cosechar esta rentable orientación centrada en las personas? Es crucial diferenciar entre bienestar y felicidad. El primero se promueve mediante condiciones tales como el salario, los beneficios, la infraestructura física y tecnológica, las promociones, la flexibilidad de la modalidad y de horario, el sano equilibrio entre trabajo y vida personal.
En cambio, la felicidad reside en el firme compromiso asumido con un propósito superior, uno que beneficia a todos: a los clientes, a los compañeros y al ambiente. Más que en recibir, estriba en dar y darse al equipo, en contribuir al bienestar de quienes nos importan.
La persona feliz le da un significado profundo a su trabajo porque la energiza concretar las metas: las de la empresa, de la familia y las propias. Hacer crecer a quienes se valora es fuente de felicidad, como la de los padres al ver el fruto de su esfuerzo reflejado en sus hijos.
El bienestar laboral puede promoverse por medio de factores externos; la felicidad brota en el interior de cada persona que sirve a otra guiada por sus convicciones. Para fomentar esta amalgama, los equipos gerenciales pueden intensificar enfoques actualizados de liderazgo.
La gestión participativa permite conocer la realidad de lo que sucede y mejorarla de inmediato, escuchar y saberse escuchado, cocrear soluciones e innovar. Sentirse cómodos en la interacción eleva la confianza, la proactividad y el compromiso de los colaboradores.
Los líderes que «cuidan» a su gente practican la gratitud. Actúan como socios de su bienestar y calidad de vida: son embajadores de los valores de la empresa. Juegan siempre en favor del equipo, indagando procesos y políticas que requieren reconfigurarse. Fomentan el empoderamiento, celebran los éxitos y, en todo momento, resguardan la dignidad ajena.
La neurotecnología aporta instrumentos para monitorear la experiencia emocional del colaborador. El bienestar laboral no es una opción, sino un imperativo. Son cada vez más los mejores profesionales los que eligen la empresa donde desean realizarse integralmente.