La final de la «UEFA Champions League» (31 de mayo de 2025) permite rescatar una lección de alto impacto humano. Con esta columna expreso mi solidaridad con las familias que ven partir a hijos «guerreros», como llamamos con profundo respeto a los miembros de la Fundación Jóvenes Contra el Cáncer (Ecuador), de la cual he sido padrino con mucho honor.
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«Xana siempre está conmigo, sin importar lo que pase, si uno amanece de buen o mal humor… Cuando se ama desde el corazón, esas personas siempre están. Hoy estaría por aquí corriendo». Así habló el técnico campeón de la «UEFA Champions League 2025» al recordar a su amada hija y dar una gran lección de amor al transformar el dolor en gratitud.
El 26 de marzo de 2019, se retiró sorpresiva y silenciosamente de la dirección de la selección española, aduciendo motivos familiares. A su hija menor, de apenas 9 años, le diagnosticaron osteosarcoma, un agresivo tipo de cáncer. Xana partió el 29 de agosto, tras cinco meses desgarradores de lucha y dolor, siempre arropada por el amor de sus padres y hermanos.
Eran inseparables; corrían juntos por la cancha después de cada triunfo. Xana creó un personaje, «Weungways», y dibujó una escena en la que plantaban la bandera del F.C. Barcelona al ganar la Champions en el 2015. Ese día, Luis Enrique le prometió que volverían a celebrar igual. Y el 31 de mayo de 2025, al conquistar de nuevo la «orejona», le cumplió su promesa: celebró con una camiseta que llevaba impreso aquel dibujo. ¡Eternos juntos!
Esta nueva victoria fue más que un trofeo. La afición y los jugadores del Paris Saint-Germain (PSG) conocían el profundo significado de ese momento. Era también el tributo de un padre a su hija: todos quisieron sumar sus corazones para hacerlo realidad. ¡Xana presente!
«¿Que si me considero afortunado o desgraciado? Me considero muy afortunado». «¡Pero si se te murió una hija a los nueve años!». «Bueno, nuestra hija vivió con nosotros nueve años maravillosos. Tenemos mil recuerdos de ella… Xana está viva, no físicamente, pero sí espiritualmente. Cada día hablamos de ella: reímos y recordamos». ¡Sí, lo vivido se eterniza!
«Ella nos ve, y pienso cómo quiero que Xana crea que vivimos esto». Luis Enrique nos recuerda que los seres amados no mueren mientras vivan en la memoria; si se les lleva en el corazón, siguen presentes. Para honrarla, creó la Fundación Xana, que apoya a niños con enfermedades crónicas. Transformó el dolor en un propósito de vida profundamente humano.
«La vida no son solo cosas bonitas. En mi familia decidimos vivir esto con naturalidad». Curiosamente, esta experiencia tan humana —de unión, resiliencia y ausencia de protagonismo— se convirtió en uno de los sellos que impregnó en el PSG. ¿Casualidad o inspiración desde su testimonio de fuerza interior, espiritualidad y amor por una causa?
Su gratitud hacia su hija es fuente de sabiduría: valora haberla tenido en vida y para siempre. El sufrimiento forma parte de la existencia; vivido con gratitud, fe y compasión, ofrece razones para seguir. Comprender el sentido de la vida y la muerte brinda paz; no es resignación sino fortaleza. Aceptar que nada es permanente, duele, pero libera y transforma.
«No necesito ganar una Champions para recordar a mi hija, siempre está presente apoyando a la familia; la siento especialmente cuando perdemos o cuando las cosas no salen bien». Renunció a quedar atrapado en la pérdida y se abrió a la presencia silenciosa que el amor no deja morir, recordándonos que lo humano es el corazón del liderazgo verdadero.