¿Por qué «metemos la pata»?

¿Cuántas veces hemos tomado decisiones apresuradas, juzgado a otros o generado caos, del que solo caemos en cuenta al sumar algo más que un razonamiento precipitado? Si usted es terrícola, le ha pasado, ¿cierto? ¿Rectifica a tiempo alguno de estos sesgos?

«El cerebro es muy capaz, muy inteligente y con posibilidades extraordinarias, pero no es astuto. Necesita la intuición, el corazón y el resto del ser», señala Ana Asensio. Exploremos lo que la neurocientífica llama «errores de fábrica» del cerebro, es decir, sesgos que nos «embarcan» en situaciones que terminan afectándonos a nosotros y a quienes nos rodean.

Atados al primer juicio. Incurrimos en rigidez y nos casamos con una primera percepción, dato o idea. Creemos que es la correcta y evadimos profundizar en el análisis, temerosos de reconocer que aquel juicio inicial estaba equivocado. Ese primer juicio nubla la mente.

Sesgo de confirmación. Para evitar una disonancia o autocontradicción, solo escuchamos, consumimos información o nos relacionamos con quienes confirmen que tenemos razón. Nos cerramos a lo distinto: negamos otras perspectivas. La confirmación limita la apertura.

Filtro selectivo. Estrenamos un modelo de celular y, de pronto, lo vemos multiplicado en todas partes, como si no existieran otros. Sucede al enfocarnos u obsesionarnos solo en lo que nos interesa. El filtro puede nublar algo clave que pasamos por alto.

Catastrofismo. Sin escuchar del todo un argumento, nos inclinamos a lo negativo, a la mancha en la pared blanca. Añadimos pesimismo y fatalismo, y muchas veces ni intentamos algo retador por la adición al escepticismo crónico y al derrotismo anticipado.

Oposición automática. Nos «programamos» para rechazar de inmediato cualquier idea de alguien que adversamos. No importa si es correcta: nos activamos en modo desistencia emocional, bloqueo, inercia defensiva y rechazo instintivo. Los prejuicios eclipsan las ideas.

Primera impresión multiplicada. «Casi nunca tenemos una segunda oportunidad para cambiar una primera impresión», se dice. Ocurre cuando magnificamos virtudes o defectos iniciales sobre alguien, solo para no desmentir aquella primera impresión que construimos.

Sobrestimación de influencia. Caemos en la ilusión de que lo que sucede permanecerá en el tiempo, negando la ley de la impermanencia. Así, tomamos decisiones creyendo que nada cambiará, incluso sentimos culpa al proponer caminos en la empresa o en la vida.

Según Asensio: «Cada segundo tu cerebro ejecuta millones de procesos mentales. La probabilidad de que algún sesgo cognitivo influya en tu comportamiento es alta y ocurre con toda naturalidad». Conscientes de ello, quizá entonces logremos meter menos la pata.