¿Le ha sucedido? ¿Y cómo lo interpreta? ¿Qué mensaje encierra el silencio, la evasión de responder, la promesa suspendida o el bloqueo en una red social? Ya sea que usted deje en visto o que lo dejen, identifique las posibles razones y deje que la vida fluya y siga adelante…
Desconexión emocional. No despierta el mismo respeto, estima, importancia ni confianza que ofrece. Entonces, ¿por qué habrían de responderle? ¿Qué tal si, por ego u otra razón, su contacto carece de la calidad humana y de la congruencia que usted le otorga?
Temor al cambio. Usted sugiere acciones que, de concretarse, implican modificar comportamientos, revisar parcelas de control o cuestionar estilos tradicionales de gestión. Es de esperar que quienes se atrincheran en lo conocido opten por cerrarle la puerta.
Escape emocional. Con tal de no confrontar con humildad una realidad o una evidente urgencia de corregir el rumbo, el receptor simplemente huye. Quizá lo percibe como amenaza o fuente de ansiedad y prefiere evadirle antes que reconocer su vulnerabilidad.
La trampa del después. Con frecuencia, se tiene el hábito de procrastinar, de atender los asuntos al azar, sin valorar su urgencia ni su importancia. Se acostumbra a dejar para otro día ciertos temas que exigen respuestas de fondo, de alto impacto y… el tiempo pasa. Su mensaje deja de ser relevante para el otro, y no contestarle es una forma de autoprotección.
Curiosidad manipuladora. Le piden propuestas para mejorar, detalles sobre opciones innovadoras y expresan agrado por sus ideas. Luego, se impone el silencio: ninguna respuesta… No obstante, otros concretan sus ideas y, claro, se quedan con los méritos.
Exceso de trabajo. No es nada personal. Una carga mental desbordada impide ordenar agendas, discernir lo que los demás esperan y mantener la mente en equilibrio. En defensa propia, esta busca no entrar en caos… y quizá, algún día, por fin lean sus mensajes.
Control y exhibición de poder. «¡Yo decido a quién y cuándo responder!». Tal vez, sin advertirlo, intenta imponer su propio ritmo de respuesta, que entra en conflicto con el del otro. Se desata un pulso de expectativas que puede derivar en silencio… o en algo peor.
Claro, hay más razones. Cada persona sostiene su propio concepto de respeto, de vínculo, de importancia del otro, de empatía, entre otros aspectos. Si la recompensa emocional o profesional de responder es baja o nula, si provoca incomodidad psicológica, ¿para qué hacerlo?, argumentarían algunos. Dejar en visto puede ser una manera de marcar distancia.
La tecnología y las redes sociales son herramientas poderosas. Permiten acercar a quienes están lejos y, a veces, constatar el alejamiento de quienes creíamos cerca. ¿Quién le deja a usted «en visto» y a quién deja usted con la duda del motivo mientras el silencio habla?