El rito «9-1-1»

«¡Atención, 9-1-1 a las 8:00 p.m. en la 115!». Eso significaba ‘les convoco a una sesión urgente a esa hora en la habitación tal’… En un equipo deportivo con el que colaboré, esa era la forma en que cualquier miembro podía promover conversaciones sobre un asunto que le preocupara y que deseaba resolver de inmediato por el bien de todos. Veamos más…

Este rito pretendía evitar que un «resfrío» se convirtiera en «pulmonía». Sin importar el rol en el equipo, todos velábamos por la sana convivencia, el cumplimiento de tareas, normas y responsabilidades; juntos resolvíamos cualquier situación percibida como negativa.

Tal como sucede en la vida real, con el sistema de llamadas de emergencia, en ocasiones se sostenían reuniones de dos minutos: era una falsa alarma originada por interpretaciones sesgadas, subjetivas. No obstante, el solo hecho de salir de la duda ya era un paso positivo.

Esta selección de fútbol se concentraba en hoteles durante cortos períodos en fechas FIFA. Queríamos alcanzar metas altas y disponíamos de pocos días para prepararnos. ¡Todo jugaba! ¡Todos jugábamos! Cuidarnos y exigirnos mutuamente significaba el camino al éxito.

Ahora, ¿cuántas conversaciones «9-1-1» tienen pendientes los equipos en su empresa? Los problemas «clásicos» consisten en asuntos sin resolver que se transforman en un verdadero enjambre. ¿Cuántos asuntos enredados inician por algo simple que no se atiende a tiempo?

Tanto en la vida personal como en la laboral, podemos encontrarnos a tan solo una conversación de distancia para resolver o empezar a resolver un problema. Basta una para corregir un comportamiento de dos o despejar las dudas sobre unas intenciones percibidas.

Sin embargo, suele suceder que esas conversaciones no se concretan porque se espera que sea el jefe quien tome la iniciativa, y este no lo hace por diversas razones. O bien, por temor a represalias, en caso de que el propio jefe sea el protagonista del hecho que incomoda.

Un simple rito como el «9-1-1» crea conciencia sobre asuntos que pueden solucionarse en forma directa, por medio de en un «9-1-1» interpersonal, no se requiere de todo el equipo. Previo a partidos claves, todos los jugadores sostenían conversaciones de dos minutos, uno a uno, así nos asegurábamos de que no entraran a la cancha con «pendientes» entre ellos.

«El conflicto es como el agua, se necesita para vivir y también para el progreso» señala W. Ury. Hay que construir puentes y canales si hay demasiada agua para evitar la catástrofe, agrega. Las buenas prácticas son el canal cuando el propósito colectivo realmente importa.

Nadie desea ser invisible en una empresa. El sentido de pertenencia es exponencial si sus miembros se sienten cuidados por sus compañeros. La responsabilidad individual es esencial para el trabajo en equipo. Eso incluye estar alertas para «ventanear» a tiempo los síntomas del conflicto que los afecta y así, con confianza, convocar a un oportuno «¡9-1-1!»

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