Creer que se forma parte de una empresa ideal puede tener dos consecuencias. La positiva es que los esfuerzos de sus miembros estén alineados y sustenten la construcción de ese gran anhelo. La negativa es que, al experimentar el contraste entre ilusiones y realidades, surja entre ellos la obvia sensación de frustración. ¿En qué dirección se orientan usted y su organización?
Haga una lista de las cualidades deseables en los líderes de su organización. Luego de evaluar a cada uno mediante dicho modelo, tendrá que aceptar que ninguno las ostenta al 100%. El riesgo mayor es que algunos, embriagados por su «utopía», asuman que sí cumplen ese 100% y, por ende, actúen como si fueran infalibles.
A causa de un autoconcepto inflado, los dirigentes construyen pedestales en sus mentes. En su intención de ampliar su poder, callan las voces de quienes cuestionan esa perfección imaginada y, claro, protegen a quienes los adulan y hasta justifican o disimulan sus «pequeñas» carencias.
No hay líder perfecto. Pretender serlo o encontrarlo en el jefe conduce a decepciones recurrentes. Peor aún es resignarse a creer que, como nadie lo es, no vale la pena esforzarse en mejorar. Si una elevada aspiración se combina con trabajo arduo y constante, la travesía edifica.
Algo similar sucede en el ámbito de las organizaciones. Cuando creemos en su propósito superior, nos entregamos sin cansancio, vislumbramos su contribución a la comunidad y nos inunda una desbordante pasión. Todo va bien mientras todos los actores actúen con lealtad a ese ideal…
La frustración inicia cuando esa sana utopía se desvirtúa, entre otros, por la actitud hipócrita de personas con poder. En su ADN no se encuentran los componentes de la misión pregonada, sino los de sus íntimas agendas. De ahí que se inviertan vastos recursos en vender una imagen hacia dentro y hacia fuera, una que, bueno…, es solo una imagen difusa del ideal.
Tampoco hay colaboradores perfectos. Destinar tiempo a su propio desarrollo integral es un sabio camino. Le corresponde al trabajador evidenciar el compromiso de seguir avanzando rumbo a elevados niveles de desempeño en alineación con los requerimientos de la empresa.
Colaboradores y líderes han de aceptar que necesitan aprender y desaprender, ser receptivos, tolerantes a las diferencias. La flexibilidad posibilita que se apoyen mutuamente y que modelen lo que se profesa. En ese danzar juntos, cada uno sabe lo que el otro necesita, ¿lo conversan?
Si las frustraciones se originan en la contradicción entre lo que se dice y la realidad, las visiones utópicas de líderes, organizaciones y colaboradores deberán revestirse de humildad. Esta es la vacuna contra la arrogancia de creer que ya somos la utopía, viabiliza la rectificación de la ruta.
Según Galeano, Birri dijo: «La utopía está en el horizonte. Si yo camino diez pasos, ella se alejará también diez pasos. Por mucho que la busque, nunca la alcanzaré, porque ella se aleja a medida que me acerco. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: la utopía sirve para avanzar».