¿Lo distinguen por su conocimiento o por su sabiduría?

«Han sido contratados por sus conocimientos, pero serán promovidos por su sabiduría», recalco en las empresas durante mis programas de Gerencia con Liderazgo. Sabiduría para gestionar las relaciones, transformar las realidades y ayudar a otros a actuar con su buen criterio. El conocimiento es la pista donde despega la credibilidad, la sabiduría es la brújula del crecimiento.

Las universidades y las escuelas técnicas o de negocios proporcionan herramientas, enfoques y métodos cuyo dominio abre puertas para «entrar a la cancha». El verdadero impacto de esas fuentes de capacitación se refleja en los valores practicados en sus aulas. Su prioridad no es hacer negocios con la educación, sino ser congruentes y consecuentes con los principios que pregonan.

Frustrada, una empresaria describe su experiencia con algunos de los «talentos» contratados, egresados de reconocidas entidades educativas: «Dominan bien los números e identifican problemas con buen tino; pero, en lugar de resolver, revuelven. ¿Resultado? ¡Nos estancamos!».

Bienvenidas las nuevas tecnologías de información, comunicación y datos; las transformaciones digitales, la inteligencia artificial y la innovación disruptiva. ¡El cliente lo agradece! Claro, siempre que vengan acompañadas de principios éticos y sean aplicadas y evaluadas con criterio adecuado.

Bienvenidos sean la flexibilidad horaria, el teletrabajo o la modalidad mixta. ¡El colaborador y su familia lo agradecen! Claro, si con ello se intensifican el sentido de pertenencia a la empresa, el logro de metas y la toma objetiva de decisiones. Si su consecuencia es la calidad de vida integral.

¿Y qué agradecen la empresa y sus gerentes? La sabiduría de actuar con responsabilidad, de ponderar los efectos de las decisiones y de arriesgar con apego a valores y políticas. La sabiduría de anticipar las necesidades de clientes, jefes, colegas y compañeros. El discernimiento, la creatividad, la flexibilidad, la adaptabilidad y la constancia son propios del colaborador sabio.

Aquellos que emplean sus conocimientos para contribuir, además de ser entusiastas para aprender, son capaces de desaprender, de mejorar resultados y de ajustar procesos. ¡Y esto está bien! Ahora, ¿qué tal si agregan discusiones colegiadas en mesas de trabajo, debates intensos sobre estrategias y situaciones por resolver, estudio de las nuevas tendencias locales y globales?

Los gerentes que promueven el empoderamiento de sus equipos usan una poderosa herramienta: gestionan con preguntas, fomentan el desafío cruzado de ideas, procesan tanto el éxito como las situaciones incómodas. Dan feedback y feedfoward, crecen y hacen crecer a otros.

Por estas razones, la capacitación gerencial tradicional hoy cede el paso a procesos internos de aprendizaje aplicado. Así, cuando los participantes llevan en su ADN el propósito de la empresa, las discusiones se convierten en decisiones positivas, porque actúan como socios estratégicos.

La diferencia entre el erudito y el sabio es la experiencia. Saber no es suficiente. Conocimiento y talento se sincronizan cuando se traducen en acciones concretas que agregan valor a la empresa.

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