¿Soy o solo me dicen líder?

Agradezco a la Asociación Bancaria de Panamá por confiarme el cierre de su «X Cumbre Financiera Internacional». Ante sus 350 participantes, compartí el tema que hoy resumo en esta columna.
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¿Soy o solo me dicen líder?

No se trata de la posición que se ocupa ni de la trayectoria que se presume, sino de la influencia genuina y significativa que se ejerce. ¿Ha tenido la ingrata experiencia de decepcionarse de quien creía líder? ¿Quién sostiene en verdad ese noble papel? ¿Usted?

Todo inicia con una conexión forjada en la credibilidad técnica y moral. Ser fiel al propio discurso, justo a cualquier costo y valiente para defender principios distingue a quienes son de aquellos que solo parecían serlo… hasta que se contradicen. Al final, la verdad desnuda.

La ética es un sello de quien hace lo correcto aun cuando nadie le ve. Un líder real, con auténtica humildad, reconoce sus errores y los corrige, aunque pierda popularidad. Por eso, nadie necesita fingir ante su presencia. Ese es un legado mayor.

Tenga o no un cargo, un líder real se cuida integralmente para poder cuidar a sus compañeros. Vela por su bienestar integral: familiar, profesional, laboral, material, emocional, espiritual… Su ejemplo de vida inspira congruencia y mueve a otros a seguirlo.

Al cuidar a los demás, un líder expresa gratitud por su apoyo, aprendizaje, respaldo y esfuerzo compartido. Incluso en tiempos difíciles, genera armonía y esperanza para avanzar. ¡Rumbo! Quien no es líder se esconde, culpa, evade la realidad y solo aumenta la tensión.

Quien aparenta ser líder puede fallar en solidaridad y valentía justo cuando más se le necesita. Su ego pesa más que sus principios. Sus conocimientos suelen ser inversamente proporcionales a su sabiduría, escasa en lo humano. Es ahí donde revela su verdadera talla.

Una persona seguida por su forma de ser fomenta el orgullo de pertenecer, pero también es exigente para que se cumpla lo prometido en favor de todos. No busca agradar: no tolera el chisme, los juicios infundados ni las intenciones negativas de otros. Así teje la confianza.

¿Ha notado que algunas organizaciones se autoproclaman líderes? Invierten en imagen, pero su calidad no respalda ese título. Viven de su pasado, pero no lo superan; poco a poco, decepcionan. Ese pasado las describe, pero ya no las define; no es fruto de su árbol actual.

El anhelado sentido de pertenencia (ownership) lo cultivan líderes que influyen movidos por un propósito, guiados por principios elevados, comprometidos con el bienestar común y orientados por su espiritualidad; es decir, por lo no visible que explica lo que hacen visible.

Sin negociar su compromiso con el alto desempeño y la calidad en el ambiente laboral, las empresas comprenden que el camino es poner su destino en manos de quienes son, no de quienes solo dicen serlo… Es ahí cuando descubren si su grandeza era real o prestada.

Los líderes reales no necesitan imponerse ni aparentar cargo: su sola presencia inspira.