Usted: ¿brilla o ilumina?

«Aquí no estamos para brillar sino para iluminar», expresó el gerente general de una importante empresa cooperativa, mientras analizábamos con sus jefes de áreas el sentido elevado de liderar. Le insto a reflexionar qué prevalece en su caso y en el de su organización.

Los logros sobresalientes son credenciales que enorgullecen, que permiten sobresalir y ser reconocidos: eso es brillar. No obstante, solo cuando esos logros se ponen al servicio del progreso, suman valor, definen rutas y abren nuevos caminos para avanzar… se ilumina.

Hay organizaciones que se empeñan en pregonar que son las mejores y cobran caro sus servicios. Viven de la fama que labraron años atrás. Todavía algo brillan… pero si esa fama no respalda su calidad real, su luz —inevitablemente— se apaga y, con ella, su vigencia.

En cambio, otras —con menos recursos— se esmeran en dejar huellas memorables en sus clientes, en generarles un impacto positivo y duradero. Inspiran nuevos rumbos, marcan pautas y, en momentos difíciles, iluminan el camino a seguir. Quienes buscan brillar se concentran en sí mismos; los que iluminan, en cambio, solo buscan ayudar a otros a crecer.

En las universidades, hay profesores que brillan por lo mucho que saben… y otros, por cuánto enseñan con lo que saben. Los primeros son apenas famosos; los segundos, siempre recordados por lo que sembraron en la mente y la conciencia de sus estudiantes.

Quien busca brillar se esmera en ser reconocido, aplaudido, atendido. No deja pasar la oportunidad de «sacar cuello». Quien procura iluminar lo hace desde el silencio, el anonimato y la humildad; se proyecta sirviendo, no intentando ser servido ni reconocido.

Así, se puede brillar por méritos —y eso está bien, es justo—. En diversos ámbitos, como en los deportes, se compite para ganar. Si al mismo tiempo quien lo logra muestra a otros cómo hacer lo mismo, no solo se brilla… también ilumina. Al hacerlo… deja una huella imborrable.

«No necesitas apagar la luz de otros para brillar; ilumina el camino para que todos puedan brillar juntos», reza la conocida consigna. En un verdadero equipo, todos trabajan por iluminar colectivamente, sin egoísmo. Un verdadero líder posee una luz interior auténtica y firme… y la enciende, sin alardear, para que otras personas se animen a hacer lo mismo.

Pese a mi involucramiento activo en el mundo del deporte, creo que el favorito en los países latinos no es el fútbol —ese es apenas el segundo—. El verdadero favorito es «serrucharle el piso» al que brilla e ilumina, al que sobresale y, con lamentable frecuencia, al que marca la diferencia por atreverse a ver más allá de lo visible y tener un pensamiento disruptivo.

Quienes crean un legado trascendente confirman una verdad: «Muchos brillan, pero pocos iluminan. Los primeros deslumbran; los segundos, transforman». Y ahí radica la diferencia.