«No me siento parte de esto, esta no es mi casa, jamás me han preguntado cómo estoy ni lo que pienso. Y ahora me piden alcanzar más objetivos y seguir nuevas reglas. No tengo ánimo…». Así se expresa alguien sin raíces, sin vínculo con su organización. ¿Cómo prevenir la presencia y la propagación del virus de la indiferencia y del bajo rendimiento en el ambiente laboral actual?
Conexión. Las personas líderes, que influyen realmente en la vida de otras, poseen una singular cualidad, saben conectar. Están más pendientes de conocer, de preguntar y de aprender de los miembros de su equipo que de ser escuchadas u obedecidas por todos. Es común que les digan: «Debo tomar una decisión, me gustaría consultarle su opinión, venga, tomémonos un café».
Importancia. Pocos «patógenos» deterioran tan rápidamente el sentido de pertenencia como lo hacen el maltrato, la desconsideración, la discriminación, el irrespeto. Nadie desea sentirse explotado, excluido ni inútil. En una comunidad, por ejemplo, donde unos son claramente «más iguales» que otros en su dignidad no germina la semilla de la responsabilidad e ideal compartidos.
Estabilidad. ¿Quién ―viendo socavadas su seguridad y permanencia en el equipo― perseguiría con pasión la cosecha de resultados sobresalientes y crecientes? El asedio de doña Envidia y de don Serruchapisos ocasiona circuitos emocionales y actitudes defensivas. Según Daniel Coyle, «El rendimiento del grupo depende de un tipo de comportamiento que expresa una idea poderosa y global: estamos seguros y conectados»; por tanto, sentirse a salvo es el remedio más efectivo.
Camerino. Durante más de dos décadas he estado en el que es uno de los espacios más íntimos de equipos y selecciones de fútbol. He constatado que cuanta más confianza se respire ahí, más dispuestos están sus miembros a arriesgarse, a soltar el enojo, a sacar la lección del error, a recibir apoyo y a continuar la ruta trazada con una cohesión inquebrantable: ¡Código de camerino!
Autonomía. «Lo que hago es de valor aquí y puedo decidir cómo hacerlo»; «Mi trabajo es crear, innovar, mejorar, aportar piezas al rompecabezas»; «En esta organización me siento persona, no cosa. Aunque con ciertos límites, puedo usar mis ideas»; «Mi jefe no tiene el monopolio de la verdad, me desafía a pensar, incluso cuando me equivoco» … ¿Podría usted afirmar lo mismo?
Interacción. Coyle sostiene que el vínculo aumenta si las conversaciones formales e informales fluyen con la misma frecuencia, si el contacto directo es sencillo y «humano» más que jerárquico y distante. El humor denota un clima de confianza, pero no viene solo, lo escolta el placer de rendir cuentas de manera rigurosa, símbolo inequívoco de una alta dosis de pertenencia.
En resumen, la exclusión, la desigualdad en el goce de derechos y la inequidad en el cumplimiento de deberes originan o agravan las crisis y provocan muchas víctimas. El irrespeto a las reglas pone en evidencia a quienes no se sienten parte de la comunidad u organización. El compromiso, las acertadas decisiones, el buen uso del poder y el ejemplo de los líderes son, entre otros, los componentes claves de la ansiada vacuna: un sentido de pertenencia que refleje la verdadera participación, que conecte voluntades con un propósito común. ¿Tiene usted acceso a ella?