«No estaba en mis planes ser campeón del mundo», declaró Lionel Scaloni, director técnico de la selección argentina, ganadora del Mundial Qatar 2022. «Festejamos, pero el trabajo del entrenador continúa», proclamó la noche de su histórico éxito. Cosechó los frutos de su acucioso trabajo en la preparación de sus jugadores, compartió y aprendió con ellos: ¡un líder inspirador!
Scaloni construyó algo más que un equipo, todos decían ser una familia y actuaban como tal. Destacó la labor de cada uno de sus colaboradores, los respetó al máximo. Messi exaltó su calidad técnica y la minuciosidad de su trabajo. Esto fue clave para que el grupo se sobrepusiera, con actitud autocrítica, de un primer mal resultado: ni se excusaron ni lo calificaron de «accidente».
Un mérito de Marruecos fue ser la primera selección africana en llegar a semifinales; otro, despertar la simpatía global cuando se dio a conocer con detalle la estrategia integral del técnico Walid Regragui: poner de relieve el sentido de arraigo. Consciente de que algunos jugadores no lo tenían, promovió que sus madres —personas de altísima influencia en la cultura árabe— estuvieran con ellos en el hotel. El vínculo materno influyó positivamente en la esfera emocional.
El carismático Regragui, que tan solo tuvo cuatro meses para preparar al equipo, supo inspirar confianza. Con certeza de la proeza realizada por este, confesó: «Creo que somos los Rocky Balboa de este Mundial, todo el continente está feliz por Marruecos. Le estamos demostrando al mundo que el dinero no consigue superar la pasión. Si trabajas con empeño y muestras ese deseo, esa pasión y ese convencimiento, puedes triunfar. No es un milagro». ¡Lo hicieron posible!
Japón también fue una grata sorpresa al encabezar su grupo, superando a países como España y Alemania. Cuando perdió su pase a la tercera ronda, en los lanzamientos desde el punto de penal, su técnico, en señal de gran respeto, se colocó frente a los aficionados en el estadio e hizo una reverencia: la saikeirei. Esta se practica para solicitar perdón por la comisión de una falta grave.
Hajime Moriyasu, además de humilde, fue autocrítico. En lugar de refugiarse en justificaciones, reconoció que «Los jugadores japoneses tendrían que haber estado mejor preparados y deberán mejorar en el futuro». Incluso, elogió a Croacia, su rival. Su única derrota en el Mundial fue ante Costa Rica y él la asumió expresando: «Soy completamente responsable de todo y pido perdón».
En síntesis, estos tres entrenadores son un ejemplo del liderazgo consciente. Tienen cualidades opuestas a las de quienes son incapaces de aceptar la culpa de algo, pero capaces de desaparecer en momentos de crisis, de desviar la atención hacia los minilogros para vestir la real desnudez de su derrota: la deficiente preparación integral, la falta de trabajo riguroso y unos intereses ocultos.
Los líderes en las empresas, en analogía con el fútbol, o bien ven reflejado en Scaloni, Regragui y Moriyasu lo que ya están haciendo, o bien pueden intensificar una gestión ética, responsable, respetuosa. La autocrítica nos mejora si es real. Rodearse de personas aduladoras —que le dicen sí a todo por ser de «confianza»— solo condena a repetir los fracasos. Hay otras lecciones de los ganadores de Qatar 2022. ¿Cuáles emularía si jugara su propio «mundial» en su organización?