¿Le ha ocurrido que pacta de palabra un contrato, comportamiento, servicio o transacción y luego le incumplen lo convenido sin mayor explicación? ¿Ha confiado en la sensatez de alguien que de repente toma decisiones que afectan su vida? ¿Ha compartido de buena fe alguna información u opinión que luego se ha usado en su contra? Revisemos las causas y consecuencias de este hecho.
Si una persona confía en que otra cumplirá su parte de un trato de negocios sin que medien condiciones formales si ella incumple, se coloca en una situación vulnerable, cualquier cosa podría sucederle. Pero se arriesga porque confía en la transparencia, posibilidades, recursos, ética y voluntad real de su semejante. Ante el incumplimiento, solo encuentra la serenidad en el tribunal de su conciencia.
Siendo las organizaciones ámbitos en los que las relaciones se extienden por periodos extensos de tiempo, lo ideal es poder predecir las decisiones y las acciones de los compañeros y líderes. Esto es: confiar en que actuarán de acuerdo con los principios compartidos, sin sorpresas injustas.
La confianza es una condición básica para que nazca el auténtico sentido de pertenencia. Posibilita divergir y convergir, rectificar y modificar conductas sin temor a represalias. Fomenta la proactividad, la solidaridad, la cooperación y las relaciones ganar-ganar en favor de la empresa.
Lo ideal es que «fiar» sea un camino de doble vía. Indigna que la inconsistencia de unos sea fuente de amargura para otros: para quienes sí cumplen a cabalidad con el compromiso de aportarle valor al equipo. Cultivar una alta cohesión interna previene esa posibilidad, pero no la erradica.
La confianza no se exige, se inspira. Implica abrazar la adversidad, ser diáfano pese al dolor de la verdad, abrirse al desafío de ideas, emitir criterios bien fundamentados. El jefe que honra lo convenido tras sobreponerse a un arrebato imparte una lección de coraje, valentía y justicia a su equipo. Gana admiración. El que persiste en romper lo pactado «gana» la pérdida de credibilidad.
La falta de coherencia de parte de alguien que ostenta poder jerárquico es letal. No hay respeto que sobreviva para quien, pudiendo reparar el daño ocasionado, elige resguardar su ego y prestigio. Ahora bien, la confianza es una calle de dos sentidos, con ello también pone fin a su liderazgo. «Preocúpate por lo piensen los demás y siempre serás su prisionero», advierte Lao Tse.
¿Quién no falla, no se equivoca o no se contradice? Solo el que no hace nada ni expresa lo que piensa y siente. Si la perfección no es una condición humana, si no es propia de usted, esperarla de otros es un acto vano. La tolerancia aflora en las relaciones solo cuando se acepta esta realidad.
Las organizaciones que honran la confianza de sus proveedores, clientes, colaboradores y accionistas mantienen un rumbo claro, firme y prometedor. Sus líderes proyectan la confianza que tienen en sí mismos al confiar en otros: ese es el abono de la que crece y conecta voluntades.
¿Le incumplieron la palabra dada cuando quizá confió de más? De usted depende que no sea en vano. Aprenda la lección: amplíe su precaución, pero siga siendo fiel a su propósito original y a su conciencia.