«Lo que más admiro en un director técnico es que me ayude a crecer, a ganar», suelen comentarme los jugadores de fútbol. «Lo que más me inspira de mi gerente es que siempre está aprendiendo algo, y, con ello, nos impulsa a aspirar a más eficacia», escucho en las empresas. Sí, la capacidad de los equipos para crecer implica la capacidad de quienes los dirigen para aprender.
Resultados erráticos, desaciertos, estados de ánimo inestables, inseguridad derivada de no saber lidiar con la adversidad, dudas generadas por unas estrategias poco competitivas: estos son síntomas que hunden raíces en razones hondas. ¿Será que el capitán del barco ya no tiene mapas, que se le agotó «el librillo»? Las justificaciones superficiales alcanzan un rato, pero solo un rato…
He conocido a «hambrientos» líderes, tanto en las organizaciones empresariales como en las deportivas. Les asigno ese calificativo por su avidez para superarse. Conocen el valor de lo que desconocen y emprenden la búsqueda de ese conocimiento. Mas no en un certificado, sin mayor sentido a veces, sino que escuchan, se rodean de gente buena, son flexibles, aceptan errores.
Alex Ferguson, técnico del Manchester United durante veintiséis años, atribuye su éxito al trabajo ético y exigente, con él mismo y con los jugadores. También a su espíritu innovador: «En mis discusiones con el equipo y entrenadores, usé mucho mi imaginación, porque no quieren escuchar el mismo mensaje todo el tiempo». Actitud de ganador: ¡veintiséis años aprendiendo!
En contraposición, también hay jefes «autosuficientes», de los que apartan a quienes los cuestionen. Su ego es tal que no admiten otra opinión que la propia. Afrontan las fallas con cinismo: se sienten blindados en sus puestos, como escudados con la garantía de la inamovilidad.
La humildad y la inteligencia son las credenciales de los «cazadores» de mejores ideas. Se rodean de personas críticas, no sumisas. Saben que tan malo es callar cuando hay que hablar como hablar cuando hay que escuchar. Preguntar es la herramienta de gerentes con liderazgo que conozco, uno de ellos nos aporta: «La utilizo con todos, sin preferidos, por eso somos fuertes».
En el deporte colectivo, con frecuencia sucede que, tras una seguidilla de victorias, un nuevo técnico cosecha empates y derrotas. Lógico, sus conocimientos no son infinitos. Sus jugadores dejan de aprender, pues ya se saben la lección y solo la repiten. Los rivales descifran sus tácticas y contrarrestan su sistema. Y lo peor: ese técnico solo busca afuera las razones de esas derrotas.
Hay muchas formas de aprendizaje, no solo el formal. Existen fuentes cuyo efecto es inmediato: los competidores y sus mejores prácticas, el procesamiento colegiado, riguroso y profundo de los contratiempos, la receptividad al consejo de los miembros del equipo, el rescate de lecciones en las victorias y, especialmente, la actitud reflexiva y autocrítica sobre el desempeño personal.
Si ejerce una jefatura, siga «creciendo». Si no, ayude a la suya a crecer. Conocer, per se, no asegura la aplicación del conocimiento. Lograr que el equipo supere resultados es el examen. La arrogancia de atribuirse el monopolio de la verdad conduce a un único puerto: el estancamiento.