El arma de construcción masiva

Actos de corrupción sin consecuencias jurídicas, violencia a flor de piel, delincuencia galopante, dictaduras reprimiendo y perpetuándose, proliferación de la pobreza… Sin duda, la lista de males sociales es extensa. ¿Qué hicimos mal? ¿Cuándo nos perdimos? ¿Podemos rectificar?

No solo es posible, sino urgente recalcular el rumbo. La llamada «arma de construcción masiva», o sea, la educación, es la brújula por excelencia. Cada empresa ha de ser un centro de formación continua de personas que se atreverán a desafiar las viejas formas para crear soluciones innovadoras. Ello demanda inversión en el desarrollo y optimización de sus equipos de trabajo.

Para realizar cuestionamientos y valoraciones se requiere de criterio propio. Se atreven a cuestionar los que practican el pensamiento crítico, no la obediencia sumisa. La ignorancia es una prisión, la peor pobreza; es el mejor negocio de los que no buscan convencer, sino imponer.

Finlandia es un país competitivo, posee el mejor sistema educativo del planeta (2020). Eso no es casualidad. Su modelo no se centra en qué aprender, sino en cómo aprender; no en enseñar qué pensar, sino en enseñar a pensar. Sus raíces son la responsabilidad del estudiante, el prestigio y la exigente calidad de los docentes, así como el trabajo colaborativo familia-comunidad-escuela.

Si bien reconsiderar el modelo escolar toma tiempo y dinero, cada organización y empresa puede crear una cultura de aprendizaje, impulsar el uso del criterio propio para la innovación disruptiva, fomentar el pensamiento flexible. Cuando las personas se «sienten alguien», dan libre cauce a su imaginación y creatividad, impulsan cambios éticos, quieren ser protagonistas, no números.

Con la educación ―alejada de una lógica mercantilista― es posible imaginar y crear el futuro, no anclarse en el pasado. Esta es sinónimo de cambio, libertad, crecimiento; no es reducible a un intercambio de títulos obtenidos en muy cortos plazos a altos costes.

Ya lo sentenció Pitágoras: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Crecer en conocimientos y sabiduría se reflejará en la toma de conciencia individual y social de los actos. El sentido de comunidad se edifica en el respeto y cuidado por la dignidad propia y la del otro.

«La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación que la hija de un campesino puede convertirse en médica, el hijo de un minero en jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación», aseguraba Mandela.

Las empresas visionarias apuestan por la profesionalización de calidad de sus colaboradores y por la optimización de sus capacidades operacionales. Desean mentes pensantes, empoderadas, que cuestionen a fondo y que inspiren; no personas de pensamiento líquido y manipulables.

La transformación social es posible con esta «arma de “construcción” masiva». Jean Piaget argumentaba que «Lo que vemos cambia lo que sabemos. Lo que conocemos cambia lo que vemos». La educación es la llave: los líderes son los que cambian lo que ven. ¿Lo cree usted?

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