Una derrota duele profundamente, convirtiendo el camerino en un espacio de reflexión rigurosa. La victoria se celebra, pero también se analiza en busca de lecciones que impulsen el avance continuo. Estos rasgos son distintivos del ADN de un equipo exitoso. ¿Qué enseñanzas adicionales podemos extraer del fútbol para aplica en el entorno empresarial?
Desde hace 25 años he colaborado como “gestor de desarrollo” con seis equipos de primera división y siete selecciones nacionales, en tres países. Esta serie de columnas que ya suma 900, se inició compartiendo aprendizajes de esas experiencias, como las siguientes…
Metas desafiantes pero alcanzables. La consigna de “paso a paso” guía a equipos sensatos, evitando la trampa de sobreestimar su potencial y menospreciar a rivales considerados “pequeños”, que pueden complicar avances. ¡Creer para querer y hacer!
“¡Que me enseñe a ganar!” es el clamor de los jugadores cuando se les pregunta qué esperan principalmente de su entrenador. Al igual que en las empresas, valoran a un líder cercano que los conoce profundamente y los ayuda a crecer alineados con la estrategia.
¡Trabajo exigente y ameno! La disciplina estricta no es negociable para un técnico comprometido con su equipo y su legado. La ardua labor en el campo se combina con una relación amena, un humor saludable y un profundo respeto al ideal compartido.
Bienvenido el aburrimiento. No todo se trata de disfrutar, tanto en el deporte como en las empresas, existen rutinas agobiantes, situaciones difíciles, tensiones y baches anímicos. Los equipos que sobresalen son los flexibles, que trascienden juntos en cada adversidad.
¡Más que fútbol! Colaborar con doce entrenadores me permite constatar que los más exitosos ven a los jugadores como personas en forma integral, promoviendo su desarrollo en diversos aspectos de sus vidas. Además, fomentan la cohesión alrededor de valores que guían su conducta colectiva y la “personalidad” competitiva del equipo.
Medición y más medición. El éxito no depende de nombres ni fama sino de contribuciones específicas de cada jugador y miembros del cuerpo técnico hacia los objetivos. La evaluación rigurosa, con ajustes concretos e inmediatos, mantiene el rumbo ascendente.
Humildad con sinergias. Un cuerpo técnico que demuestra trabajo en equipo, pensamiento crítico, humildad ante aciertos y errores, valentía y equidad en las oportunidades, inspira confianza a los jugadores, que emulan esas cualidades.
Visión sistémica. En competencias de alto rendimiento, los resultados dependen en gran medida de la calidad de relaciones y la comunicación entre todos los integrantes del equipo: dirigentes, jugadores, técnicos y administrativos. Mirar juntos en la misma dirección permite llegar lejos; al igual que en las empresas exitosas. ¡La estrella es el equipo! ¿Sucede así en su organización?