Un desequilibrio inesperado detona las emociones o la forma de exteriorizarlas, máxime cuando la amenaza que lo provoca es real. ¿Quién no experimentaría la sensación de miedo ante la pérdida del control del modo en que se generan los resultados en una empresa o se gestiona su propia vida? Hagamos una aproximación sencilla a esta emoción en el contexto de una pandemia.
El centro de gravedad de esta respuesta tan natural y necesaria se encuentra en estímulos concretos, relacionados con lo que sucede en el entorno. Sin embargo, puede ser racional, irracional, distorsionada y hasta exagerada. ¿Cuáles son las expresiones y reacciones en tal caso?
Expresiones típicas del miedo. ¿Me enfermaré? ¿Y si contagio a los miembros de mi familia? ¿Qué pasará con mi trabajo? ¿Sobrevivirá la empresa? ¿Qué haré si me quedo sin dinero? ¿Podré atender mis deudas y otras responsabilidades? ¿Seré capaz de reinventarme? ¿Y si esto se prolonga demasiado? ¿Qué sería lo peor que podría pasar y pasarme? ¿Qué hacer si…?
Los expertos en psicología coinciden en que hay dos reacciones características: las funcionales o las disfuncionales. La tarea personal y de la empresa es tomar conciencia de estas y decidir.
Reacciones disfuncionales. Un excesivo consumo de información inexacta acrecienta las dudas y la confusión, los pensamientos negativos recurrentes, la figuración de escenarios fatalistas. La sensación de impotencia para lidiar con las amenazas desequilibrantes paraliza, se esperan soluciones «mágicas»; al ignorar la realidad, se irrespeta el principio de solidaridad sanitaria.
¿Y en la empresa? El aislamiento o la ausencia de líderes alimenta la zozobra, las decisiones irreflexivas y sin apego a valores, el desincentivo a la innovación, hay un desbalance entre la evaluación de las capacidades de respuesta y la magnitud del riesgo… se afecta al cliente y más.
Reacciones funcionales. Se fijan horarios limitados para consultar fuentes periodísticas confiables, se despliegan iniciativas alternativas que mitiguen los efectos específicos de la pandemia, la incertidumbre se aborda con amigos y familiares sin ser monotemáticos. Recrearse en casa e idear, en familia, proyectos creativos abona a la salud mental.
¿En la empresa? Se monitorean tendencias, se recurre al big data y a la protección de recursos ante una eventual profundización de la crisis. Con apoyo psicológico, salario emocional e información fidedigna, se cuida a la persona. Se actúa de manera categórica y ética. El empoderamiento afianza la seguridad, las alianzas sinérgicas externas, el efecto multiplicador…
Una pandemia globaliza el miedo y evidencia la fragilidad humana. En ciertos países, este se agudiza debido a su coexistencia con la pobreza material, la corrupción, la ignorancia y la manipulación. El miedo engaña y distrae; pero, bien entendido, es un mecanismo de defensa: ¡ay del conejo que no tema al cazador! Entre los antídotos eficaces están la esperanza, la confianza, la preparación y el trabajo arduo. Ya lo advertía William Shakespeare: «Nuestras dudas nos traicionan y nos hacen perder el bien que podríamos obtener si no temiéramos hacer el intento».
4 Responses
GRACIAS POR TU COLUMNA SEMANAL, COMO SIEMPRE MUY ACERTADA TU EXPOSICION.
LA VOY A COMPARTIR.
UN ABRAZO A LOS TANTOS AÑOS.
Muy interesante
A nivel de la prevención y como un profesional del análisis de riesgos y su medición me queda algo más. ¿Cómo pude no prever esto? Y claro… cuando lo analizamos luego de que sucedió contamos con estadísticas y con este tipo de fenómenos periódicos cada 100, 80 o 70 años y en mayor o menor medida.
Ahora me explico la razón de los sombreros de velo que se usaban hace años, las ventanillas de los Bancos con sólo una ventanilla y otras razones.
Las estadísticas y los datos nos pueden ayudar mucho. Pero siguen fenómenos que nos sería difícil pre ver, como la caída de las torres gemelas. Antes del evento pocos o nadie hubiera calculado una pérdida máxima probable mayor al 25%.
Oportuna y necesaria publicación German.
Me tomé la libertad de compartirla en FB , donde hace mucha falta.
Abrazo