Es obvio que los resultados de una organización están estrechamente vinculados con el nivel de motivación con que sus miembros desempeñan sus funciones; pero la profundidad de los motivos que los impulsan a dirigir sus acciones y su energía en la dirección correcta no siempre lo es. ¿Qué distingue a las empresas con equipos altamente motivados?
La respuesta directa es que las personas que la integran encuentran un verdadero significado a su vida laboral. Lo que hacen tiene sentido para ellas. Su «para qué» compensa el «cómo» se trabaja: «Quien tiene un por qué para vivir puede resistir casi cualquier cómo».
Respecto a ese propósito superior, podría ser una causa, una creencia o una persona. Viktor Frankl es muy claro al afirmar que «El interés principal del ser humano no es encontrar el placer o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida, una razón por la cual esté dispuesto a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido». ¡Metas conscientes!
El sentido que motiva a la acción no puede ser impuesto, es intrínseco. Sin embargo, cuando ese propósito individual coincide o está alineado con el de la empresa, surge una conexión duradera, un vínculo que explica el profundo sentimiento de pertenencia y lealtad mutua.
Una alta rotación laboral, un clima interno inestable, unas tensiones crónicas y unos resultados intermitentes pueden ser síntomas de tedio y frustración. En organizaciones así, no se valoran ni el «porqué ni el para qué», se concentran en el «cómo» y a cualquier costo.
A veces, las empresas intentan llenar esos vacíos ofreciendo beneficios como cursos en universidades reconocidas, incentivos materiales, ascensos y privilegios. No obstante, ¿cuánto duran sus efectos en las personas si no le encuentran un sentido a lo que hacen? No hay duda: ellas desean desarrollarse y avanzar, pero alineadas con su intención superior.
La atracción y retención del mejor talento por parte de las empresas es un pilar, pero este es incompatible con un ambiente laboral despersonalizado, lleno de «invisibles»; donde la emoción inicial se va transformando en decepción, aun pese al aparente bienestar material.
Todo trabajo es digno si es ético. Una persona puede decidir demostrar responsabilidad enfocándose en impactar positivamente el presente y el futuro de la empresa, así crece en dignidad. Su labor tiene un sentido tan elevado para ella que la nutre también en resiliencia.
Quizás esto explique por qué las empresas congruentes con una filosofía y objetivos de orden superior son tan atractivas para las generaciones con un sentido profundo de su vida.