“No me escribas, ¡hablemos!”

“Si quieres que las cosas no se hagan, envía un mensaje de correo; si quieres que se hagan, sal de tu oficina y ve a hablar con la persona”. Esta es la clara consigna en una empresa que valora la agilidad, la cooperación interna y una excelente experiencia para sus clientes.

La espontaneidad y la inmediatez de las interacciones presenciales facilita diálogos donde no solo se abordan temas, sino que también se interpretan emociones expresadas mediante el lenguaje no verbal. El contacto cara a cara intensifica la fluidez en negociaciones, solución de conflictos, coordinación y retroalimentación inmediata.

Aunque el teletrabajo ofrece ventajas probadas, como calidad de vida, la reducción de costos y la flexibilidad individual, mal gestionado puede afectar el sentido de pertenencia y la integración de los equipos. El aislamiento humano, la descoordinación laboral y el limitado compañerismo son riesgos que no deben ser subestimados.

El intercambio de expectativas de apoyo, la rectificación de conductas y la empatía en las relaciones tienden a reducirse en el trabajo remoto. ¿Cuántas situaciones improductivas en su empresa están a una conversación directa y profunda de distancia para transformarse?

En modo similar, el riesgo de la comunicación escrita excesiva y a veces improductiva es que los equipos pierdan la dinámica del sano debate. Sin embargo, estar físicamente en la oficina no es sinónimo de fluidez, procesos expeditos y cohesión interna.

¿De qué vale atrincherarse en una oficina a enviar mensajes de correo sin interactuar con los colegas para pactar decisiones, tomar un café, compartir y conocerse mejor? Las conversaciones cotidianas y efectivas reducen la cantidad y duración de reuniones.

Los líderes de equipos ágiles, orientados a resultados extraordinarios y crecientes son facilitadores de conversaciones difíciles pero necesarias. Ajustan adecuadamente las modalidades de trabajo al propósito y a los valores de la empresa, catalizando la empatía, la confianza y la comprensión de las particularidades de cada colaborador.

Es recomendable que, al menos una vez al año, los equipos hagan una pausa para evaluar y ajustar su modalidad de interacción, ya sea virtual, presencial o mixta. Este momento es crucial también para equilibrar y convenir el uso de la comunicación escrita y verbal.

La profundidad de la conexión humana fortalece el “ADN” de una organización, su bienestar laboral y el compromiso con los resultados. Vigoriza su cultura, o sea, la “alfombra sobre la que camina la estrategia”.

Cuando el aprendizaje, la innovación y las decisiones cruciales surgen de conversaciones intensas pero gratas, de la inteligencia en el uso de datos y de la fuerza emocional del equipo para trascender, sus miembros ratifican su compromiso: escribir menos y dialogar más.

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