«La persona que no está en paz consigo misma será una persona en guerra con el mundo entero», advierte Gandhi. Cuando aumenta la presión externa y la capacidad de respuesta no la iguala, se ingresa al estado de tensión. Ahí se gatillan las reacciones que tanto afectan las relaciones y vidas ajenas. Todos podemos incurrir en el llamado secuestro emocional, ¿cómo reducir este riesgo?
No podemos controlar esas presiones externas. Varias son el resultado de actitudes de personas que atraviesan por un laberinto emocional en el que no encuentran salida, parecieran empantanadas en su propia complejidad mental. ¿Quién no ha sufrido los embates inesperados de alguien que termina siendo «víctima» de su propia ira, envidia, celos u otra forma de miedo?
¿Y quién no ha sido perpetrador de esos embates a otros? Todos nos hemos equivocado, ¿no es cierto? ¿O usted no? Aceptada esta realidad, el camino es esforzarnos al máximo para lograr dos objetivos: a) dominar a nuestro «animalito interno» en las situaciones necesarias; b) dejar de ser excesivamente reactivos, vulnerables o susceptibles a las provocaciones y presiones externas.
En ambos aspectos, la tarea es cultivar la paz interior, la ecuanimidad y la libertad para escoger las respuestas adecuadas ante esos estímulos externos, sugeriría Viktor Frankl. ¿Es fácil? ¡No! Requiere claridad del propósito esencial de vida, de las batallas por las que vale la pena luchar, de los valores que guían las conductas y reacciones. ¿Es un camino? ¡Sí!¡Uno hacia lo más alto!
El propósito es la razón superior de ser y trascender; cuanto más elevado es, más pequeñas se perciben las adversidades. La fidelidad a este propósito en momentos difíciles deriva en calma. Si no se tiene uno o no es guía de vida, casi cualquier situación es interpretada como una tormenta.
Quienes además de logros externos cultivan logros internos conquistan su serenidad y, con ello, el autoconocimiento: toman conciencia de sus virtudes y limitaciones. Aceptan su realidad con mente lúcida, sin entregar el «control remoto» de sus emociones a personas de conducta errática.
Asumiendo salud psicológica, nadie es 100% rígido ni 100% flexible, eso es natural. Guardar silencio para reflexionar y analizar las reacciones propias es una sana disciplina. Es la oportunidad de aprender a gestionar las relaciones con sabiduría. Eso sí, con quienes sea constructivo tenerlas.
Sabemos que en el centro de un huracán existe un «ojo» en el que se haya cierta calma rodeada por la zona más violenta. Encontrar ese espacio de paz y tranquilidad en situaciones delicadas no es fácil, pero es conveniente para orientar respuestas más inteligentes y efectivas. Entendamos algo: el primer paso es mirar más hacia adentro que hacia las fuentes externas del sufrimiento.
«Al viajar en avión, aparecen las nubes, pero en ese momento el piloto no se puede preguntar el porqué; solo sabe que tienen que atravesarlas. Se anuncia que hay que abrocharse el cinturón de seguridad, por la turbulencia, pero no hay que crear turbulencia en nosotros mismos pensando que el avión podría caer: ¡es absurdo! ¡No generemos temores que podrían extenderse a otros!», medita la líder espiritual, Dadi Yanki, de India. Ella invita a desalojar al miedo del hogar mental.