«¡Casi no he empezado a hablar y ya él tiene su repuesta! ¡Dice que mi sugerencia es buena, pero luego ella hace lo que se le antoja! ¡Se precipita y descalifica lo que le digo sin analizarlo!». Las consecuencias de estos y otros comportamientos similares son semillas de crisis en las relaciones y en el desempeño de los equipos. ¿Las ha experimentado usted?
Las ráfagas de viento, la brisa, las borrascas, etc., son cortas, repentinas e intensas. De igual modo, si apenas se escucha por instantes, a medias y sin profundizar, se detonan acciones o respuestas impredecibles; estas, con frecuencia, causan inseguridad y frustración.
«La escucha superficial es como correr en un campo de flores sin detenerte a disfrutar su fragancia», se dice popularmente. La pretención de tener la razón en todo también acarrea la omisión de otros criterios, se «prestan» oídos, pero estos son sordos a las ideas ajenas.
Rehuir al debate, no mirar ni valorar la otra versión de los hechos, así como minimizar los argumentos de terceros son reaciones esperables entre quienes le temen al cambio de opinión. Su ego solo es el disfraz del miedo que sienten cuando deben quebrar la propia.
Tolerar injusticias en la organización, adelantar juicios de valor y afectar la reputación de alguien con base en información sesgada es propio de personas que, aunque aparentan ser muy correctas, carecen de liderazgo real. De ahí que prefieran no enterarse de la realidad…
El origen de los conflictos, de planes que salen mal, de enredos en la ejecución de alguna actividad y de vínculos complicados con clientes externos o internos es alquien que no escuchó activamente. Solo se «conformó» con estar presente y al mismo tiempo ausente.
Comprometerse con prevenir «tempestades» requiere estar al 100% en una conversación, profundizando el entendimiento, construyendo puentes, sumando ideas y enriqueciendo la toma de decisiones. ¿Es esto tan difícil? Veamos cuatro hábitos positivos en esa dirección.
Primero, dialogue preguntando continuamente sobre lo que escucha, indague más en lugar de solo contraargumentar, eso enriquece la empatía y la autoestima de su interlocutor. Además, exalta su lado más humano al adoptar una actitud humilde de aprender del otro.
Segundo, sin poner peso intelectual ni emocional, refleje a la otra persona lo que usted ha comprendido. Solicite que le amplíe si hubiera omitido algo al parafrasear lo escuchado.
Tercero, guárdese la carta de que el otro tenga más razón en un tema dado y deje por ahí la que le recuerda que es usted quien, a veces, debe rectificar. ¿Gana o pierde liderazgo?
Por último, dialogue con autenticidad y ego mesurado. Recuerde: la calidad del desempeño de un equipo es igual a la calidad de sus conversaciones, entonces, evite las tempestades.