Tanto en el ámbito deportivo como en el empresarial hay dos formas de justificar el máximo esfuerzo: pasión por ganar o disciplina para mejorar. ¿Le suenan parecidas? Sí, pero tienen ligeros matices; conviene identificarlos cuando se aspira a éxitos sostenibles y repetibles.
La «obsesión» por superar una meta o por ganar un partido detona una presión que, bien gestionada, conduce a la mejora. No obstante, cuando esa meta no se alcanza, puede aparecer en escena la frustración; es decir, la diferencia entre expectativa y realidad. En caso de ser recurrente, baña al equipo de estrés, duda, inseguridad y hasta «resignación».
En cambio, cuando la «obsesión» es mejorar en todo, cuando es observar y cuidar cada detalle de la forma de trabajar, se crece: la superación constante del propio desempeño es en sí misma gratificante. El principio es hacer de la disciplina del aprendizaje la ruta segura.
He trabajado con técnicos de fútbol que supervisan la alimentación, el descanso, las cargas de trabajo, la hidratación, el peso, los desgastes, los uniformes, los indicadores de salud, las sesiones grupales, la calidad de los dormitorios; o sea, ¡todo! ¿Obsesivos o minuciosos?
También he sido consultor de equipos gerenciales que gestionan integralmente el clima laboral, los procesos internos, la capacitación, los instrumentos de trabajo, las áreas físicas, la seguridad, cada reunión, cada función y tarea. Apasionados por los detalles, son rigurosos en la medición de los avances y precisos en lo relativo a mejorar algo cada día.
En la opción de mejorar procesos y hábitos, el empecinamiento por un resultado de corto plazo es sustituido por la disciplina, la paciencia y la constancia. Ahora, si mejorar las acciones no cambia los resultados, a lo mejor hay que cambiar los sistemas, la cultura.
«Los ganadores y los perdedores comparten las mismas metas», señala James Clear. Lo que los distingue es la pasión y empeño de los primeros por renovar y renovarse. Es el «cómo» el que cada día, directa o indirectamente, influye en el rendimiento. El «qué» los recompensa.
Las personas y equipos que optan por la vía de la autosuperación —la ruta de «hacer las cosas mejor que ayer»— robustecen también su pensamiento crítico, su adaptabilidad al cambio, su flexibilidad de pensamiento para aplicar la lección que enseña el error; incluso, afinan su sentido del humor: disfrutan el error que no repetirán para vencerse a sí mismos.
Padres de familia, jefes en las empresas y entrenadores en el deporte tienen a mano las dos opciones: presionar por un resultado específico en un tiempo dado o inculcar la devoción por el aprendizaje continuo y el mejoramiento medible. Aprender desemboca en cambio.
Clear envía un mensaje contundente a quienes se inclinan por el camino lento y constante: «Por encima de todo, tu compromiso con el proceso es lo que va a determinar tu progreso».