¿Le pasó que leyó el título e imaginó unos jefes rojos, amarillos y verdes? Si es así, ¡acertó! Esta columna induce a la reflexión sobre el color que lo caracteriza a usted o a su jefe. La fluidez de la innovación y la eficiencia suelen depender de la actitud de unos pocos… con poder. ¡Veamos!
Rojo positivo: Liberan las trabas para que las ideas fluyan. Frenan a quienes deseen saltarse las reglas para beneficio propio, ordenan el «tráfico» de tareas y regulan a tiempo las conductas desenfrenadas, las aglomeraciones de argumentaciones inútiles y los delirios por los privilegios.
Rojo negativo: ¡Son los señores No! Obstruyen el progreso, pues temen quedar en evidencia. Desvían a líderes potenciales con talento emergente. Generan estancamiento y son expertos en aniquilar el sentido de pertenencia, las ideas frescas y futuristas; secuestran el espíritu creativo.
Amarillo positivo: Advierten cuando llega el momento de detenerse. Promueven pausas periódicas para reencauzar los esfuerzos, los tiempos y las relaciones. Enriquecen con sabiduría las iniciativas y, si cuestionan, no pretenden inhibir el avance, sino propiciar que este sea seguro.
Amarillo negativo: Un día sí y otro no, son ambivalentes e impredecibles. Ceden el paso a unos, a otros no. Son como leños arando en el mar, viajan sin rumbo claro. Sus opiniones y actitudes son ambiguas, de hecho, cambian de criterio con poca información, no inspiran confianza.
Verde positivo: Piensan la ruta, impulsan la innovación y abren el paso a las transformaciones. No son permisivos, más bien prudentes, guían y empoderan a otros con mesura. Buscan catalizar la toma de decisiones y la acción cooperativa en alineación con los propósitos corporativos.
Verde negativo: Permisivos en exceso, para ellos todo está bien, aun sin supervisar la tarea. Sus colaboradores saben que no pondrán orden; por eso, el equipo se atasca, intenta hacer todo a la vez, sin crear prioridades. Son los clásicos jefes ausentes y poco interesados en los resultados.
Por supuesto, las categorías no son puras, hay mezclas. Lo que sí conviene aceptar es que los equipos tienden a parecerse a sus jefes, porque tienen el poder para instaurar «un modo de hacer las cosas aquí». Entonces, ¿podríamos hablar también de equipos verdes, amarillos y rojos?
El tráfico en las ciudades se complica cuando alguien rompe la regla en las intersecciones, cuando se desatiende lo obvio y no se frena a tiempo. Igual sucede en empresas cuyos miembros deciden sobresalir de modo negativo al atropellar el buen nombre de otros, sin la observancia de las normas mínimas de cortesía, como mirar a la cara de la persona a la que se dirige, por ejemplo.
Las luces de los semáforos son muy visibles, también lo son las actitudes de líderes y miembros de equipos. Las disfuncionales causarán caos, choques y altos costes de reparación. Paul Bernard se preguntó: «¿Por qué cuanto más retrasados estamos, más dura la luz roja del semáforo?» Bueno, eso es lo que ocurre cuando los rojos negativos se interponen entre el ahora y el futuro.