Hacer que las cosas sucedan

¿Cómo lograrlo? Las opciones son dos: confiar en que alguien más cumplirá nuestras aspiraciones, o impulsar que efectivamente se concreten o las concretemos nosotros mismos. Confiar es bueno, pero ¿y si otros no cumplen? La proactividad personal es excelente, ahora, ¿qué tal cuando esta se excede? Bien podríamos sofocarnos o sofocar al equipo. ¿Cuál es su caso?

¿En qué se cimienta la credibilidad profesional? Su credencial son los resultados obtenidos de forma ética y eficiente. ¿Qué caracteriza a las personas que muestran avances reales, a las que se distinguen de quienes son tan solo observadores de su paso hacia el alto desempeño?

Primero, la apropiación. No esperan que nadie les resuelva sus asuntos. Abordan, de forma directa, los que les corresponden o interesan. Trazan un mapa de ruta hacia sus metas y emprenden la marcha con total determinación, porque saben que ella marca la diferencia entre lo posible y lo imposible, como afirmaba el legendario entrenador de beisbol Tommy Lasorda.

Segundo, el alto ritmo de vida. Tienen tanto afán en convertir sus intenciones en acciones que no se distraen: no pierden tiempo en trivialidades. Eluden a quienes les roban minutos improductivos o son expertos en excusas. Imprimen un ritmo constante, avanzan a paso seguro.

Tercero, la minuciosidad. Saben que cada detalle cuenta, un mínimo descuido podría ocasionar retrocesos. Pasan revista a todos los factores que entran en juego para alcanzar sus metas. Como líderes, conocen y especifican quién hace qué, cuándo y cómo; integran aportes, felicitan oportunamente, realizan ajustes para corregir de inmediato —o evitar— los errores.

Cuarto, la verificación. Son «obsesivos», observan la calidad de la gestión de la tarea y el cumplimiento de los tiempos pactados. Ni suponen que todo está bien ni expresan desconfianza: apoyan y supervisan al mismo tiempo, demuestran interés en las acciones de su equipo.

Quinto, la exigencia con tacto. Trabajar bajo su dirección implica aceptar un alto nivel de exigencia, y aunque honrar los compromisos con precisión es importante, suelen mantener un excelente tacto. Las relaciones de largo plazo no deben deteriorarse por excesos en el modo de solicitar un rendimiento de cuentas. Son firmes y retadores, pero respetuosos y comprensivos.

Sexto, la independencia. Definen su plan de carrera, se autocapacitan, asumen riesgos, van un paso adelante. Saben que alguien podría hacer la tarea de otro, pero no su parte. Cumplen a cabalidad la suya sin esperar reconocimientos ni privilegios: se asumen, no se excusan en el incumplimiento de alguien más. Tampoco se quedan esperando que den el primer paso, ¡lo dan!

Finalmente, no se desgastan en discursos, promesas, procrastinaciones… Prefieren entrar en acción y avanzar, solo avanzar; con o sin ayuda, se enfocan en hacer que las cosas sucedan.

Quizá comparten con Woddy Allen la premisa de que «Las cosas no se dicen, se HACEN, porque al hacerlas se dicen solas». «Hacer es la mejor manera de decir», nos advertía el gran José Martí.

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