La madre de las virtudes, ¿está en usted?

Cuando caracteriza al jefe y a sus colaboradores, aumenta el rendimiento de los miembros de un equipo. Fortalece las relaciones y permite que quien la recibe se sienta valorado, deseoso de contribuir más: nutre la actitud de servicio. Dicho de otro modo, sus efectos son profundos. ¿Qué tal si enumeramos los más relevantes? Valore a partir de este ejercicio si los encuentra en usted.

Eleva la confianza en las cualidades propias de la persona para enfrentar los desafíos, reduce el pesimismo. Al revelarle el potencial que posee, también es fuente de resiliencia y autoestima. Actúa como vacuna que previene las creencias limitantes, negativas y paralizantes. ¡Autoeficacia!

Forma parte del ADN de los que perseveran. «…nunca he visto que hombres valientes sean ingratos», afirma Goethe. Ante la falla, le «dan la mano» y ella los ayuda a levantarse y renovarse. Si es el equipo el que cae, le «susurra al oído» el esfuerzo, la solidaridad, la genuina entrega…

A medida que se robustece, desplaza emociones tales como la ira, la depresión recurrente, los apegos, los sentimientos de amargura por insignificancias, la autoculpa, la autoexigencia consigo mismo y con los demás. Cuando apreciamos a los que nos rodean, sobresalen los pensamientos positivos; aunque su proceder nos afecte, sabremos reconocer y agradecer su lado bueno.

Tiene efecto paliativo ante las crisis, las enfermedades, las pérdidas dolorosas y las decepciones. Acelera la recuperación, pues se alimenta de fe, de una perspectiva balanceada entre la realidad y la humildad de aceptar ayuda. Se agradece lo que se vive y se confía en nuevas oportunidades.

Eleva la salud mental, se valora lo que se tiene sin sufrir por lo que no se tiene o por lo que se termina. Si se rompe un lazo significativo, se anestesia el resentimiento y prevalece la memoria de los buenos momentos: el crecimiento compartido, la abundancia recibida. No es resignación, es soltar vínculos laborales o personales conservando la lealtad a lo construido durante estos.

Cuanto más se arraiga, más salud integral se consigue. Se duerme mejor, la estructura molecular cerebral se transforma y genera sensación de felicidad, paz interior, ecuanimidad, satisfacción por lo aprendido, alta conexión con los demás. Incluso, se dice que el buen humor alarga la vida.

En las relaciones, impide que la transacción de expectativas condicione su consolidación; se aprecia lo vivido en estas, aun no habiendo sido lo que se esperaba, han ofrecido lo que pudieron. La compasión, la tolerancia, el afecto, la bondad, la generosidad y el perdón: estos son sus pilares.

La mayor de las virtudes: la gratitud. Y Si bien los teóricos no se ponen de acuerdo en si es una emoción o un sentimiento, lo cierto es que es una expresión de elevada humanidad hacia la persona o circunstancia que nos aporta algo, algo que perdura en el tiempo. No es una «deuda moral», tampoco es producto de intereses ni conveniencias: ella marca, deja huellas indelebles.

En conclusión, valore el presente con gratitud. Como bien lo sugirió Epicuro: «No estropee lo que tiene deseando lo que no tiene; recuerde que lo que hoy tiene alguna vez fue aquello que deseó».

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