Profesionalización, productividad, transformación tecnológica, cohesión, ética, modernización, crecimiento, innovación… ¿Qué otro término usaría para denominar el gran propósito u objetivo que desea concretar en su empresa, equipo o vida personal? La dispersión del esfuerzo puede resultar cara. Revisemos los beneficios de ponerle «nombre» a su gestión en la organización.
Trascender. ¿Desea que su paso como líder perdure? ¿No quiere ser uno más de los que desempeñan una posición casi de manera inadvertida? Más vale entonces que elija un legado de alto impacto, algo que nunca se haya hecho pese a que todos coinciden en su carácter prioritario.
Enfoque. Al definir un propósito elevado e inspirador, los miembros alinearán sus acciones con la mira puesta en una o dos grandes líneas de trabajo. Ello maximiza la posibilidad del logro, optimiza la sinergia, la responsabilidad conjunta, la inversión y el uso inteligente de los recursos.
Congruencia. Cuando se forma parte de un equipo y se declara un ideal compartido, los hechos deben atestiguarlo, las decisiones y conductas deben parecerse al discurso. La claridad de ese ideal colectivo deja en evidencia a quienes se desvíen de la ruta para satisfacer su propia agenda…
Simplicidad. En ocasiones, no es tan sencillo describir los objetivos y la estrategia de la empresa. Incluso, no es de extrañar que cada cual los verbalice a su modo. Si se usa una palabra (a lo mejor dos o tres), sería más factible crear conciencia entre sus miembros sobre en dónde agregar valor.
Decisiones. «Estamos profesionalizando la organización, ahora nos gobiernan las políticas, no los antojos de alguien», diría un ejecutivo entusiasmado por contribuir a la transición hacia una cultura más moderna, disciplinada y eficiente: una libre de juegos políticos y de luchas de poder.
¿Problemas? Cuando el propósito es significativo y el anhelo es supremo, los llamados problemas se ven pequeños. «Aquí solo tenemos situaciones por resolver», aseguran. «Y son más pequeñas que el objetivo que construimos», agregan. Es la acción correcta la que da la firmeza a sus pasos.
Pertenencia. No solo comparten una visión, sino que, primordialmente, una causa. No tienen dobles agendas ni maquillan resultados. Colocan sus esfuerzos y voluntades en favor de esta. Hay acuerdo pese al desacuerdo. Son un imán para otros talentos ávidos de construir positivamente.
Innovación. Crear requiere mirar hacia adelante, liberar las amarras mentales, la imaginación. Una visión motivante desata la creatividad, cataliza la apertura al cambio y el pensamiento disruptivo. El reto es un común denominador de las teorías de motivación laboral: un «apellido» claro aviva la fuerza de voluntad y potencia el compromiso de concretarlo en el plazo estipulado.
Una gestión con sentido, disciplina y propósito impulsa a avanzar a paso seguro, incluso en condiciones de adversidad. Entre hacer y decidir qué hacer hay un ligero matiz: la relevancia de lo que se hace. «La grandeza no se mide por lo que logras, sino por el legado que dejas», sugiere Oprah Winfrey. Y bien, en una o dos palabras: ¿cuál es el que usted o su empresa están construyendo?…