«Dejamos de estudiar porque nos aburrimos de recibir clases virtuales», me relataron dos jóvenes de 12 y 15 años. Decidieron claudicar y no continuar con su proyecto educativo. Sus padres externaron su frustración al sentir que los esfuerzos por persuadirlos fueron infértiles. Como suele ocurrir en la vida, el aburrimiento tiene un lado negativo y otro positivo. ¡Revisemos!
Esta sensación tiene origen diverso: la pérdida de conexión emocional con quienes se comparte un propósito, reducción del sentido de relevancia de la tarea. Por otro lado, el agobio físico y mental, la desilusión por la ausencia de retos y por la diferencia entre esfuerzos y recompensas.
La respuesta negativa se multiplica cuando la causa del hastío se atribuye a personas y factores externos. Asimismo, cuando se desvía la atención de las responsabilidades impostergables y se realiza una inadecuada lectura de las advertencias que emanan de la mente y del cuerpo.
Es normal y hasta comprensible sufrir aburrimiento temporal, pues genera cierto descanso luego de una experiencia demandante. Pero si este se prolonga, se convierte en la antesala de reacciones que son incompatibles con la calidad de vida de las personas: las adicciones (de cualquier tipo), la depresión, las enfermedades, los accidentes, el descontrol alimenticio, etc.
La afectación de las relaciones interpersonales, la frustración en la familia o en la empresa, la baja autoestima, la ansiedad y el estrés se suman a la cara negativa de ese estado de falta de compromiso. El camino del aprendizaje no es corto, requiere tiempo, esfuerzo, perseverancia…
Desde otra perspectiva, sin necesidades o desafíos cruciales que superar, sin malestares que afrontar, la mente está en condiciones de crear e innovar, de pensar en lo que los demás no han pensado, de ver lo que otros no han visto, de hacer lo que otros no han hecho, de conocerse.
Está bien desconectarse por momentos de asuntos complicados para relajarse y evaluar opciones. El escritor Fernando Aramburu refiere que el aburrimiento permite «Aprender a estar a solas y en silencio con los pensamientos propios». Lo contrario al activismo desenfrenado son las pausas. Y aunque algunas personas no las toleran, estas permiten repensar las prioridades.
El estado de «emoción sin emoción» puede transformarse si comprendemos que las situaciones no son aburridas en sí mismas, sino que son el reflejo de nuestra actitud. Si hay firmeza y motivación en perseguir un propósito significativo y elevado, las barreras se verán pequeñas y superables. Sin ese impulso, el fastidio toma el control y frena todo deseo de avanzar e innovar.
Así, el aburrimiento es peligroso si aniquila la diversión y el deleite por las experiencias, ya sean grandes o pequeñas. Del mismo modo, en palabras de Miguel de Unamuno, «El aburrimiento es el fondo de la vida (…) el que ha inventado los juegos, las distracciones, las novelas y el amor».
¿Y usted, suele renunciar a sus metas o se permite aburrirse a veces y recuperar energías?