La productividad personal es proporcional a la fuerza mental que invertimos en lo que hacemos (concentración). Aunque dispongamos de talento, recursos, oportunidades y buena intención las distracciones ―de distintas maneras― suelen frenar su aprovechamiento para múltiples fines. ¿Qué explica este pulso entre atención y distracción? ¿Cómo mejorar el hábito de la atención?
¿Mente automática? ¿Le ha sucedido que ciertos pensamientos sobre personas o situaciones que lo agobian «vienen» una y otra vez a su mente, incluso contra su voluntad? Ello es análogo a cederle el «control remoto» de las emociones a esa persona o situación que tanta aversión nos causa, es desnudar la vulnerabilidad de la ilusión de control total… de la autodeterminación.
¿Roles a medias? Padres sumergidos en sus celulares mientras sus hijos desean compartir con ellos. Familiares adictos al uso de las redes sociales cenando «juntos» e ignorando el grato momento. Colaboradores presentes, pero con su atención dispersa: ¡ausentes en cualquier modalidad de reunión! Conductores que pierden el control de su vehículo por «ir en otras…».
¿Autosecuestros emocionales? Es indiscutible que hay gente de mala fe. Pero también hay otra que, siendo buena, obra mal porque sin saberlo es presa de la ambición, del odio, del egoísmo, del delirio de grandeza o del miedo a fallar. Un proceder dañino de uno equilibrado podría encontrarse a escasos minutos de reflexión, de cuestionar la propia acción: «¿Por qué lo haría?».
¿Discursos del pasado? Claro, hay situaciones del pasado que provocaron mucho dolor. El asunto es que podemos aprender de ellas para trascender o convertirlas en grilletes de sufrimiento constante e inconsciente. «¡No puede, no lo vale, siempre será así, resígnese!» Estas y otras voces del ayer distraen la atención del hoy. Entendámoslo: el pasado nos describe, ¡pero no nos define!
¡Despertar! Las experiencias vividas son tan solo una pequeña muestra de lo mucho que somos, percatarse de ello ya es un gran paso. Aceptar que estas nos distraen de la vivencia actual es otro. «Tomar conciencia» es el tránsito hacia el crecimiento, es un ‘darse cuenta’, un ‘reconectarse con la experiencia’. Entonces, decidir soltar esas distracciones es el tercero y el más importante.
Desarrollar el hábito de «darse cuenta» de lo que es necesario observar y cuidar en uno mismo es un modo de apagar el piloto automático, así se asumen con más responsabilidad las acciones propias y sus consecuencias. El menú es variado: desde despegarse de su celular una hora diaria hasta aprender técnicas de mindfulness. Sea cual sea su elección, ¡la disciplina es el camino!
Por difícil que sea una situación, «prestar atención» maximiza el potencial, interconecta a las personas, despeja la mente, aumenta el discernimiento y la tolerancia. También le abona al realismo, al desapego, a silenciar ―al menos un poco― las distracciones que nos privan de la serenidad. Pondremos la energía en lo que sí podemos hacer y hacer bien en el instante presente.
Tiene todo el sentido que la atención plena venza el pulso, pues, como advertía Confucio: «Tenemos dos vidas. Y la segunda empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una».