Son solo 20 minutos

… ¡20! ¿Se beneficiaría una empresa si los gerentes dedicaran tan solo veinte minutos de su tiempo diario para recorrerla? Saludar, felicitar, agradecer e interesarse por lo que hacen sus colaboradores son acciones simples para ellos o ellas; sin embargo, para esas personas, que rara vez tienen la oportunidad de conversar con quienes los dirigen, contienen un significado genuino.

Los medios digitales son útiles, mas no sustituyen el poder de la comunicación cara a cara, del diálogo espontáneo ni del trato con quienes están detrás de los mensajes electrónicos. «Jefe, usted es puro chat, teléfono, teclado… lo sentimos alejado pese a estar cerca», reclaman algunos.

La interacción directa y sencilla entre los que dirigen y los que aportan al logro del objetivo común posee un efecto inmensurable e inspirador en la organización. Lo que para el gerente son «simples veinte minutos» para otros será «el suceso del día». «Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana», sugiere C. Jung.

El trato amable y la escucha activa no son métodos sofisticados de gestión organizacional ni de liderazgo. Al contrario, todos aprendimos de nuestros padres, madres u otros familiares que el respeto es un valor y la gratitud parte esencial del acto humano. ¿A qué se debe que, con el tiempo o el status, nos alejemos de tan elementales principios? ¿El ego? ¿La falta de empatía?

¿Veinte minutos diarios le parecen mucho? Bien, cada dos días entonces; pero, si es jefe, jamás olvide que le será difícil mejorar lo que no conoce. Cuanto más se recorran los rincones de la organización y cuanto más se valore a quienes se salude en el camino, más se nutrirá la conciencia
de su papel de líder y con mayor sensatez tomará las decisiones que impactan la vida de otros.

Tal como sucede en una familia, los colaboradores no aceptan como excusa de la falta de tiempo de su líder. Cuando algo o alguien importa, siempre hay tiempo: el alejamiento tiene que ver más con el orden de prioridades y valores, con el concepto de liderazgo y de persona que se posea. Los niños se sienten bien cuando se les valora, reconoce y acepta; los colaboradores también.

¡Veinte minutos!, sin agenda, premeditación ni protagonismo. Es más simple que eso, es fluir entre la gente que hace grande a la empresa, la que dedica horas y talento a todos, incluyendo al jefe, para que consigan sus metas. Tampoco se trata de caer en los discursos: ¡ya los conocen! Es «estar ahí» sin otro propósito que no sea acercar posturas, estrechar y consolidar lazos.

Las siguientes prácticas, si bien son útiles y elevan la eficiencia, empleadas en exceso, atentan contra la dimensión humana del trabajo: educación virtual, pedidos en línea, entregas a domicilio, pagos automatizados, mano de obra robótica, videojuegos, múltiples redes sociales, correo electrónico, inteligencia artificial, asistentes digitales, transporte sin interacción, etc.

Resumiendo, todos estos medios potencian el desarrollo humano, pero no sustituyen el valor de los veinte minutos … En palabras de Nelson Mandela, «Nada resulta tan deshumanizador como la ausencia de contacto humano». ¿Invierte usted veinte minutos en recorridos por su empresa?

One Response

  1. Gabriel Cruz dice:

    Excelente publicación, motiva a la reflexión, la presión del día a día nos hace generar muy buenos resultados individuales, pero suele quitarnos ese lado humano que tanto aporta, motiva e inspira a los demás dentro de la organización. Recuerdo muy bien las palabras del profesor Germán, un empleado feliz y motivado es 20% más productivo sin necesidad de hacer inversiones costosas.

    Gracias.

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